en el reto del mes de marzo del blog varietés, nuestra amiga
ginebra nos proponía escribir un texto sobre alguno de estos conceptos: soledad,
aislamiento, miedo y transformación. además, debíamos
elegir como inspiración una imagen entre varias de la fotógrafa josephine cardin.
este relato es una especie de fantasía mía que tenía en
mente hacía tiempo. la chica existió, no me he molestado ni en cambiarle el nombre
porque es muy común. :) el chico me lo he inventado un poco, es una especie de
abstracción... no soy yo, al menos eso creo. :D
María estudiaba ingeniería industrial. Era una chica
introvertida y callada, siempre se sentaba en primera fila y no estaba
integrada en ninguno de los ‘grupitos’ que se formaban en clase. No tenía una
imagen muy ‘cool’: era alta, con el pelo castaño y liso, la piel pálida, y
solía llevar sudadera, pantalón de pana color crema y deportivas.
Un día se enteró de que los miércoles a las ocho de la tarde
había clases de yoga en el gimnasio de la escuela. No dudó en apuntarse, ya que
eso la ayudaría a descansar mentalmente y a conocer mejor su propio cuerpo.
El primer día, salió del vestuario ataviada para la práctica
del yoga: camiseta, pantalón de chándal y calcetines gruesos. Cuando comenzó la
clase, la profesora aconsejó quitarse los calcetines. Explicó que tienden a
agarrarse a la esterilla, de manera que el pie se desliza dentro del calcetín,
lo cual resulta engorroso para algunas posturas. Ella dudó de si quitárselos o
no, ya que le daba un poco de vergüenza enseñar sus pies. Pero al final pensó
“¡fuera complejos!” y se los quitó.
En la esterilla de al lado había un chico que parecía ir por
libre como ella, había acudido a aquella clase de yoga sin la compañía de
nadie. Cuando les tocaba hacer alguna postura complicada, intercambiaban
miradas y sonrisas cómplices.
María y Ángel -así se llamaba el chico- pronto hicieron
amistad. Siempre se ponían en esterillas contiguas, y al final de la práctica
de yoga ‘comentaban la jugada’. Qué complicada es esta postura, casi me duermo
en la relajación final... ese tipo de cosas.
Y después se iban juntos hasta el metro, para regresar a sus
casas. Los dos estaban en 2º curso, y tenían muchas cosas de las que hablar.
Pero, entre tanta gente que hay en la escuela, no se habrían conocido si no
hubiera sido por el yoga. Cada día ves en el pasillo muchas caras que te pasan
desapercibidas...
Poco a poco, su amistad se fue transformando en algo más. Al
principio estaban en diferentes grupos de clase, pero él se pasó al grupo de
ella por tener mejores profesores. En una universidad pública, puedes ir a un
grupo diferente de aquél en el que te has matriculado, y nadie te va a decir
nada.
La tímida María se fue transformando en una chica más segura
de sí misma, y Ángel experimentó una evolución similar. En público se contenían
un poco a la hora de manifestar su afecto, aunque un pico sí podían darse
cuando no miraba nadie. Algún fin de semana quedaron para estudiar juntos, en
casa de él o de ella...
Llegó el final de curso y el buen tiempo. María había
perdido el pudor de enseñar los pies al tener que descalzarse en yoga, así que
se animó a llevar sandalias. Cuando estudiaba en la biblioteca, se las quitaba
y se ponía con las piernas cruzadas. A veces Ángel le hacía cosquillas en las
plantas y ella le decía “¡bobo!” entre risas.
Los resultados de los exámenes fueron muy buenos para ambos.
El amor no les descentraba, sino que les motivaba a dar lo mejor de sí mismos.
Además de una pareja, eran un ejemplo de simbiosis, de juego win-win en la
teoría de Nash, de transformación beneficiosa conjunta.