nuestra amiga ginebra propuso para este verano un reto relacionado con la fotografía. mi idea fue escribir un texto para julio y otro para agosto. y es que, aunque nadie me lea en estas fechas, me gusta escribir, y no veo por qué en verano debería dejar de hacerlo. precisamente esta época tan desértica en todos los sentidos, a mí me parece la más propicia para ello, llamadme loco.
dicho esto, aquí está mi relato. bueno, algunos dirán que no es un relato porque no tiene planteamiento, nudo y desenlace. yo lo llamo ‘relato’ porque ‘descripción de escena cotidiana’ es un poco largo.
Azucena estudiaba Filosofía y Ciencias de la Educación en la
Universidad de Valencia. Vivía en un pequeño apartamento en el barrio de la
Malvarrosa, compartido con su amiga Ginebra.
Aquella noche Azucena estaba sola en casa, ya que Gin tenía una cena con sus compañeros de kendo. Se sentó en el sofá a repasar unos textos de Agustín de Hipona, que posiblemente caerían en el próximo examen.
El cristianismo tuvo una gran influencia en la filosofía medieval. Azucena, que tenía un pensamiento algo disperso, se puso a enumerar mentalmente cosas de su día a día que podrían considerarse pecados a ojos de la moral cristiana más estricta.
Para empezar, las novelas que leía. Por ejemplo, las protagonistas de la novela ‘mujeres que compran flores’ de Vanessa Montfort tenían todo tipo de aventuras. ¿Y qué decir de ‘la buena suerte’ de Rosa Montero? El misterioso protagonista y su amiguita Raluca tenían una relación un tanto fogosa.
En cuanto a la música, escuchaba a grupos y artistas de diferentes estilos y épocas, pero que tenían en común una actitud inconformista y rebelde, a veces envuelta en bonitas melodías: Janis Joplin, the Doors, Joy Division, Garbage, Joan Baez, Christina Rosenvinge...
Azucena se miró sus pies descalzos y con las uñas sin pintar, y pensó “menos mal que mostrar los pies no lo consideran pecado, hasta donde yo sé”.
Justo en ese momento le pitó el móvil. Era su amigo Chema, dándole
ánimos para los exámenes. Entonces se le ocurrió una idea: hizo una foto del
mosaico hexagonal de su salón, y se la envió con este mensaje: “gracias, mi
niño! estamos en ello. por cierto, me he acordado de ti, sé que te gustan los
dibujos geométricos de las baldosas”.
Nuestra amiga fue a la cocina a hacerse un té. Volvió al sofá del salón y se lo fue tomando mientras seguía leyendo textos de filosofía escolástica... hasta que el sueño la venció.
En su mundo onírico, Azucena se sentía ligera, como si se encontrase en la Luna, donde la gravedad es seis veces menor que en la Tierra. Se sujetó a la parte superior del marco de la puerta del salón con los pies en el aire, y se dijo en voz alta: “¡Me elevaré sobre todos mis miedos, volaré hacia mis sueños y nadie me hará sentir culpable por ello!”.
Ginebra entró con su llave y vio a su amiga plácidamente dormida, con una sonrisilla en el rostro. Entonces pensó: “Ayy, esta Azu se ha quedado traspuesta mientras estudiaba filosofía. Para mí que está teniendo algún sueño romántico, me da apuro despertarla. De momento me voy a dar una ducha y luego ya veremos”.
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