el reto que propuso para el mes de enero nuestra amiga
ginebra estaba titulado nuevo mundo. se trataba de escribir un texto que podía consistir
en una descripción del mundo soñado, o en propuestas para mejorar el que
tenemos… entre las imágenes a elegir, me llamó la atención la de una chica con un zorro sobre su hombro. me acordé de una noticia que vi en las redes protagonizada por este
simpático animal, y me dije: ya lo tengo.
como veréis, hay un relato en letra cursiva dentro del
relato principal, como si fueran matrioskas... para ese tipo de juegos es mejor
michael ende, yo hago lo que puedo. ;)
Estaba dando un vistazo a las últimas novedades de Facebook,
y vi una noticia compartida por mi amiga Alicia. El titular decía así: “Un
zorro pasea por la zona alta de Barcelona”.
Las noticias que nos dan cada día los medios de
comunicación, no tienen nada de gracioso. Ojalá viviéramos en un mundo en el
que todas las noticias fueran como la del zorro paseando por la ciudad. Si yo
tuviera algún poder para cambiar el mundo, así es como lo enfocaría.
Entonces me acordé del último reto propuesto por Ginebra, y
como tenía un rato por delante y me sentía inspirado, empecé a escribir:
Alicia vivía en un bajo, en el madrileño barrio de
Aluche. Regresaba del trabajo, y se disponía a merendar un milhojas de merengue
que había comprado en una pastelería. Mientras abría la puerta de su casa, notó
algo entre sus piernas… ¡era un zorro!
Ella era muy amiga de los animales. Pensó que tal vez el
zorro tenía hambre, así que le dio a probar el milhojas. El zorro lo olisqueó y
le dio un lametón, un poco dubitativo. Pero notó que le gustaba, y continuó
comiendo. Alicia le dijo: “¡Venga, goloso, todo para ti! No te preocupes por
mí, ya merendaré café con galletas”.
El zorro se encontraba satisfecho, pero se había puesto
perdido de merengue, así que fue a lavarse al río Manzanares. La gente lo
observaba con curiosidad, y muchos le sacaban fotos con el móvil. Pronto este
simpático cánido sería famoso en las redes sociales.
Al día siguiente, Alicia compró en la pastelería un
ponche segoviano. Si no se lo comía ella, se lo comería su nuevo amigo, pensó.
Y así era, el zorro la estaba esperando en su portal. Ella le dio a probar el
pastel, y le gustó incluso más que el milhojas.
Alicia le dijo riendo: “¡Cómo zampas, chico! Éste es un
pastel de ponche segoviano. Te gusta, ¿eh? ¡No sabes tú nada!”.
El zorro se quedó pensativo. “¿Ponche segoviano? Esto
quiere decir que en Segovia tendrán muchos más de éstos”. Así que se puso a
trotar en dirección noroeste, hacia la ciudad castellana. Para llegar antes,
podía atajar por el puerto de Navacerrada. Aunque estuviera nevado, eso no era
un obstáculo para un zorro curtido.
Cuando me encontraba en ese punto del relato, oí unos golpes
en la puerta. Me acerqué con precaución, puse el ojo en la mirilla
y no vi a nadie. Abrí despacio, y ¿adivináis qué encontré a la altura de mis
piernas?
Pues sí, un zorro, y al mover el rabo golpeaba la puerta, de
ahí los sonidos percusivos que oía. Eso también pasaba con los perros en el
pueblo. Sólo que no estábamos en el pueblo, sino en la ciudad; y no era un
perro, sino un zorro.
Ya dicen que hay que tener cuidado con lo que se desea. Pero
si en el mundo dejaba de haber guerras y crímenes, mientras que las noticias
pasaban a estar protagonizadas por zorros paseando por las ciudades y robando
pasteles, me daba por contento.