lunes, 24 de agosto de 2015

clases

tengo muchas ganas de que empiece el curso escolar para volver a dar clases. seguiré teniendo a los mismos alumnos, menos a un chico de bachillerato que para el curso que viene seguramente habrá elegido la opción de humanidades o como se llame ahora, y ya no tendrá matemáticas. todos aprobaron en junio, por lo que este verano no han necesitado mi ayuda.

el curso pasado, los días más tranquilos eran los lunes y los miércoles. tenía clase con una niña de 2º de eso a la que llamaré creativa. vivía cerca de mi casa, y generalmente le daba una hora, aunque cuando había exámenes cercanos le podía dar hasta dos horas, y si era necesario también alguna hora extra en sábados. siempre era agradable dar clase con ella.

los martes y los jueves tenía clase con dos hermanos: la mayor, la llamaremos rebelde, de 1º de eso; y el pequeño, perfeccionista, de 5º de primaria, dos años menor. vivían más lejos, como a tres cuartos de hora de mi casa. iba y volvía andando siempre.

al final de curso, los martes y jueves se me complicaron un poco más, pues me salió otra alumna que vivía en la misma zona, y también del mismo colegio que los dos hermanillos. la nueva alumna, llamémosla tímida, era de 1º de eso. dar clase con ella era muy fácil por su buen carácter, y además como venía de darle clase a rebelde, que era del mismo curso y tenía a la misma profesora, ya llevaba ensayado lo que tenía que explicarle.


esos días, después de darles clase a perfeccionista y a rebelde, me iba corriendo a casa de tímida. como me gusta cenar pronto pero no iba a ser posible, iba comiéndome por el camino un bocadillo que llevaba preparado en la mochila. me pareció que sería muy estresante dar tanta clase seguida y con la presión de que no se me hiciera muy tarde -porque tímida también tenía que cenar y acostarse pronto-, pero en realidad fue peor de pensar que de pasar. al final fui capaz de compaginarlo todo.

como decía al principio, los viernes tenía a un chico de 1º de bachillerato. era hijo de una dependienta amiga mía a quien le comenté que daba clases. al hablarme de su hijo, le describió como un adolescente problemático, pero conmigo se portaba muy bien, de ahí que en este relato de mis experiencias escolares haya decidido llamarle buen_chaval. las matemáticas que le daba a este chico eran un poco más avanzadas, por lo que tuve que repasar algunas cosas y hacer yo mismo ejercicios para practicar y tenerlo todo fresco.

buen_chaval y su madre vivían muy lejos, así que ir andando como a mí me gusta era inviable. claro que la boca de metro estaba a cierta distancia de mi casa, y además había que subir y bajar escaleras para aburrir, con lo cual los viernes no dejaba de hacer ejercicio físico.

veremos qué nos depara el curso que viene. yo lo veo ilusionante, en parte porque creativa ya estará en 3º de eso -lo que antes era 1º de bup-, un curso que hasta ahora nunca había impartido, y en el que se dan cosas nuevas e interesantes. no sólo en matemáticas, me imagino que también tendré que explicarle alguna cosa de física o química de vez en cuando. y esa niña es tan simpática y divertida, al igual que sus padres...

perfeccionista estará en 6º de primaria, el curso en que estaba su hermana mayor cuando empecé con ellos. rebelde estará en 2º de eso, al igual que su compañera de cole tímida. los repartos proporcionales, las gráficas representadas en ejes de coordenadas y los problemas a resolver con ecuaciones les esperan...

viernes, 14 de agosto de 2015

hélices y más

este verano ha resurgido mi fascinación por las hélices. una hélice es una curva geométrica generada por un punto que tiene simultáneamente un movimiento circular y un movimiento rectilíneo perpendicular al plano del círculo. es algo parecido a una escalera de caracol.

todo empezó al fijarme en los abanicos, que son muy necesarios cuando hace calor. en primer lugar me di cuenta de que, cuando está abierto del todo, el ángulo entre dos varillas consecutivas es igual a 180 dividido entre el número de varillas.


pero fui más allá: si miramos el abanico de canto, alrededor del punto de unión de las varillas se forma una especie de hélice. cuando el abanico está abierto, cada varilla está a una altura superior y girada cierto ángulo respecto a la anterior. y justamente eso es lo que caracteriza a una hélice: la altura aumenta con el ángulo de giro.


algo parecido ocurre cuando apilan las mesas de los chiringuitos. para encajar cada mesa con la siguiente hay que girarla de manera que las patas de una y de otra no se obstaculicen. de esa manera se forma algo parecido a una hélice. por cierto, las atan con una cadena y con candado, pues de lo contrario llegaría algún listo que dijera: “huy, una mesa de éstas me viene de miedo para mi patio!”. :P


el otro día fuimos de excursión, y me fijé en un camión con hormigonera al que adelantamos. la hormigonera tiene dos movimientos combinados: su propio giro y el movimiento rectilíneo del camión. esto da como resultado una hélice, pero en este caso horizontal. un punto cualquiera del depósito giratorio iría dibujando una especie de ‘muelle’ sobre la carretera.

tanto me han fascinado los camiones con hormigonera que me he comprado uno de juguete, no he podido evitarlo. me servirá cuando tenga que explicar los movimientos de rotación y traslación a los niños en alguna clase de física que me toque dar. ^_^



estos días se está celebrando la feria de jumilla. justo enfrente tenemos unos puestos de dulces artesanos variados, entre ellos almendras garrapiñadas. las hacen allí mismo, y a que no sabéis qué aparato utilizan para mezclar las almendras, el azúcar, el agua, etc.? una hormigonera!


la foto del plano general del puesto me ha quedado un poco borrosa por las luces. y como el dueño ya ha sido bastante amable al apartarse para que hiciera la foto, me ha dado apuro decirle que quería repetirla.


las almendras garrapiñadas que se elaboran mediante este procedimiento se empaquetan y se venden en el puesto que está justo al lado. están riquísimas, aunque hay que procurar dosificarse y no comer demasiadas de golpe. pueden ser un poco indigestas.


jueves, 6 de agosto de 2015

incomunicación

cuando veraneábamos en el campo, en un pequeño pueblo del interior de cantabria, lo peor que llevaba era estar incomunicado. no había cobertura móvil, y no hablemos de conexión a internet.

al menos pudimos instalar teléfono fijo, porque hasta hace no demasiado tiempo tampoco había. si teníamos que hacer alguna llamada íbamos a la única casa del pueblo que tenía teléfono, pagándoles por el uso del mismo.

en mi época universitaria ya tenía teléfono móvil. cuando íbamos a pasar la mañana o la tarde a reinosa -un pueblo que nos parecía la gran metrópoli comparado con el lugar entre montañas donde estábamos-, aprovechaba que allí había cobertura para mandar mensajes a mis compañer@s de clase.

si durante el tiempo que pasábamos en la ‘gran urbe’ haciendo compras o lo que fuera no me contestaban, me quedaba la esperanza de que lo hicieran más tarde y ver la respuesta en el siguiente viaje. pero como en la escuela donde estudié la gente era tan simpática, la mayoría de las veces no había respuesta. se oía sonido de grillos...


el estar aislados del mundo también me supuso un problema en una época en la que el pecado constituía para mí una obsesión -últimos años de colegio y primeros de universidad-. si sentía la necesidad más o menos justificada de confesarme, tenía que esperar hasta el domingo, cuando fuéramos a misa a reinosa.

para rizar el rizo, si tras la confesión me quedaba intranquilo porque no había dicho todo lo que supuestamente tenía que decir, no podría subsanarlo hasta el domingo siguiente. estaría siete días en pecado...

en el verano de cou me regalaron el mundo de sofía de jostein gaarder porque me gustaba mucho la asignatura de filosofía, tema central de esa novela. pero interrumpí su lectura porque los protagonistas discutían si el narrador poseía poderes divinos -debido a su omnipresencia y su capacidad de leer los pensamientos de los personajes-, y eso me parecía poco menos que blasfemo. en fin... algún día la volveré a leer, para poder saber cómo acaba.