ahora ya se puede desvelar la autoría de los relatos del concurso de san valentín del
foro de esther y su mundo. lo tuve que resumir porque me salió muy largo, y pensaba publicar aquí la versión íntegra. pero como, incluso resumido, ha sido el relato más largo de todos los que se han presentado, casi mejor os pongo la versión abreviada. como método para combatir el insomnio estaría bien, pero no es el objetivo. :D
espero que este relato os guste más... ;)
En aquella empresa, dos veces al año entraba una nueva hornada de becarios procedentes de toda España, que se iban incorporando de forma escalonada a sus correspondientes departamentos. Se trataba de un programa de becas para titulados. Entre los becarios había una camaradería muy especial. Siempre nos juntábamos para comer, para tomar café...
No se sabe por qué, había muchos becarios asturianos. Y asturiana era la persona que más huella me dejó en aquella etapa. De Oviedo, para ser exactos. Tenía un año menos que yo. Era morena, con un pelo largo y liso muy bonito, de cara redonda y pómulos marcados, y con una amplia sonrisa. Me daba la sensación de que llevaba viéndola toda la vida. La primera vez que hablé con ella fue comiendo juntos. Creo que nos caímos bien desde el principio, pero lo mejor estaba por venir.
Había unos cursos de formación que formaban parte de la beca, que se impartían en la Universidad Autónoma. Nos juntaban a becarios de diferentes empresas acogidas a aquel programa de becas. Al entrar en el aula, uno siempre buscaba las caras conocidas de la gente de su empresa. Uno de los cursos que elegí era sobre gestión de recursos humanos. Llegué al aula y me senté, y al cabo del rato llegó aquella chica asturiana... Me vio enseguida porque estaba sentado casi delante del todo, y se sentó a mi lado.
En aquel curso fue donde empezamos a congeniar. Ella tenía el rol de hablar y yo el de escuchar, y estábamos muy a gusto así. Le gustaba contar sus cosas, con un sentido del humor irónico muy peculiar. Cada frase la subrayaba con una risita nerviosa que era muy particular de ella, y que me encantaba. Me transmitía mucha paz. En los descansos ella se iba a por un café o un refresco y yo la acompañaba y hablábamos por el camino.
Cuando acabó el curso, quería mantener el contacto con ella. Lo cual, estando en la misma empresa, no era difícil. No me acuerdo de cómo averigüé sus apellidos, pero la busqué en la intranet y la agregué al Sametime (una especie de Messenger interno de la empresa). La saludé, y estuvimos un buen rato chateando. Estaba contento porque ya nos teníamos agregados el uno al otro.
A la vuelta de las vacaciones de verano, cuando aún teníamos jornada reducida, me habló por el Sametime un día que me había quedado por la tarde para terminar una cosa urgente. “¿Qué, a ti también te ha tocado quedarte?”, me dijo. Estuvimos hablando de nuestras vacaciones, y ella en algún momento mencionó a su novio. Resulta que tenía novio. Ese día me llevé un bajón importante.
Aunque me sentía muy a gusto con esa chica, nunca había sido para mí una relación dependiente o adictiva. Podía estar varios días sin verla, y no importaba, la afinidad entre los dos siempre estaba ahí cada vez que nos encontrábamos. Al saber que tenía novio, hubo un breve período en que procuré no pensar mucho en ella. Pero nuestros caminos volvieron a coincidir sin que yo lo buscara.
Comenzaba otro de los cursos de la beca. Esta vez era sobre habilidades de comunicación. Cuando llegué al aula encontré, entre un grupo de gente de mi empresa... a esa chica. Me miró, y su saludo fue una de sus risitas. No pude evitar ponerme contento. Además, ese curso iba a durar unas tres semanas. Íbamos a coincidir durante todo ese tiempo. Y no sólo durante el curso, sino también en los desplazamientos en el tren de cercanías.
Durante el tiempo que duró nuestra beca, aún nos íbamos a encontrar más veces. Algunos días salíamos del trabajo los dos al mismo tiempo, y yo la acompañaba hasta su casa, que estaba cerca de allí, y después yo me iba a la mía. Ella agradecía la compañía. La mayor parte de los recuerdos que tengo de esa chica son caminando juntos. Creo que hemos llegado a recorrer kilómetros.
El final de la beca se acercaba. Ella quería volverse a Asturias, lo cual era comprensible porque tenía allí a su familia, a sus amigos... En una fiesta de empresa que hubo en esos días, con alguna copa de más le dije que no quería que se fuera, y que era “la chica más guapa en todos los sentidos”. No me hizo mucho caso. La verdad es que tampoco recuerdo muy bien aquello. Pero tampoco se lo tomó a mal, y los siguientes días seguimos hablando como si no hubiera pasado nada.
Mi beca acababa justo un día antes que la suya. Hasta en eso teníamos afinidad. En mi e-mail de despedida, la puse a ella la primera. Por la tarde fue a mi despacho a despedirme. Estuvimos un buen rato hablando, y al final nos dimos un abrazo de película. Le dije que si alguna vez venía por Madrid, me llamara. Aquella fue la última vez que nos vimos físicamente, pero el recuerdo permanece.
Mi amiga era un poco “chicazo” en su manera de ser. Era poco dada a dar besos y a ser cariñosa, y camuflaba su sensibilidad bajo capas de socarronería. Pero en alguna ocasión, y sin yo quererlo, llegué a romper su coraza. Era tan reservada con sus sentimientos, que cuando los mostraba un poco, casi me daba algo de miedo, una sensación muy extraña.
De vez en cuando nos llamamos y hablamos por e-mail, y tengo que reconocer que ella se acuerda más de mí que yo de ella. Hay que ver las vueltas que da la vida. Cuando era yo el que lloriqueaba con que no quería que se fuera. Tal vez me duele el recuerdo de ese amor imposible, y por eso me cuesta mucho contactar con ella. Llevo meses diciéndome que la tengo que llamar. Pero bueno, resistencias psicológicas aparte, tengo muy buenos recuerdos de esta chica, y es un buen ejemplo de la afinidad natural que a veces existe entre dos personas. Me quedo con eso.